Venas
Subí al colectivo apurado por el horario. Me encontré ensordecido por la radio cumbiera que sonaba al lado del chófer.
—Uno de ochenta, por favor.
El chófer me estudió detenidamente, sin activar la máquina de boletos. Entonces percibí la presencia femenina, de pie, junto a él. Supe que en la lotería de ese día me tocaba ser el monigote de aquel macho cabrío, que pretendía demostrar su hombría ante la morocona feminidad.
—¿Hasta dónde vas, pibe?
Lo miré fijamente, total, perdido por perdido.
—¿Y qué carajo te importa?
Fue la primera vez que me bajaron a las trompadas de un colectivo. Felizmente conservo todos mis dientes porque, en su infinita misericordia, el chófer prefirió no emplear(me) su palito para verificar la hinchazón de las ruedas.
—Uno de ochenta, por favor.
El chófer me estudió detenidamente, sin activar la máquina de boletos. Entonces percibí la presencia femenina, de pie, junto a él. Supe que en la lotería de ese día me tocaba ser el monigote de aquel macho cabrío, que pretendía demostrar su hombría ante la morocona feminidad.
—¿Hasta dónde vas, pibe?
Lo miré fijamente, total, perdido por perdido.
—¿Y qué carajo te importa?
Fue la primera vez que me bajaron a las trompadas de un colectivo. Felizmente conservo todos mis dientes porque, en su infinita misericordia, el chófer prefirió no emplear(me) su palito para verificar la hinchazón de las ruedas.
Comentarios
Esto no es el océano.
Acá no hay peces grandes ni pequeños.
Sólo pelotudos haciéndose los machos.
juan gris
abrazo de gol
NÑ