Deseo

Sólo quería volar. Nunca le importaron las consecuencias.
Desde chico le habían dicho que los sueños tenían alas y que los soñadores con suficiente voluntad aprenderían a usarlas.
No durmió durante tres días entrenando su voluntad para que obedeciera el más pequeño de sus caprichos.
Por eso subió desnudo a la baranda del balcón y llamó a sus amigas palomas que lo rodearon de plumas y aleteos.
Por eso se largó de cabeza. Cuatro pisos. Dos segundos de caída libre.
La voluntad convirtió su nariz en pico, pero no pudo darle alas y lo estampó contra el asfalto.
Por eso el charco gigante.

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