10-08-2010

El tiempo ha roto en ellos las espadas
Y las virilidades. Desasidos de la última atadura
Van por lo eterno como nubes.
Julio Cortázar.


Me compré el libro con las cartas a los Jonkières porque necesitaba escaparme de la realidad.
El pardismo de mi labor cotidiana me inflama las bolitas, por el tedio o, mejor dicho, la inmovilidad mental que provoca en mí.
[ACOTO: Una intrascendencia inmensa, valga la mala sonoridad]
Cuando se reciben órdenes de uno o de varios imbéciles que no comprenden los preceptos básicos de la vida (nacimiento, reproducción y muerte), se piensa en espadas, rifles y explosivos. Es una cuestión natural de autoconservación. Compartir el día a día con seres unicelulares atrofia, de enserio. Y para escapar a ese atrofiamiento, se imaginan magnicidios. Una de mis mejores invenciones fue imaginar cómo una bomba de fertilizante convertía en olvido el edificio dónde trabajo. La idea del fertilizante no es menor, se entiendo, ¿no?
Escrita así, esta frase parece horrible, pero la imagen tiene una gran carga poética y, sobretodo, mental, de revancha.
Cuando se reciben órdenes de uno o de varios imbéciles, erectos (es decir, que se paran en dos patas por un milagro evolutivo), parece difícil evitar sus intentos de enchufarte sus durezas entre las nalgas, impulsados por un primitivo instinto de supremacía.
Pero resulta fácil si usás calzón de latón.
[ACOTO: Lo que pusiste es raro]
Volviendo a Julio (digo, por lo del paso del tiempo y las espadas rotas o dobladas), a veces siento que el tiempo me fue borrando los rasgos, torciéndome la espalda, agrietándome la piel, estirándome las tetas. Como que el muy perro me quiso desgastar de a cachitos.
Claro, sé que no pudo por esto de las figuras griegas, viste. Como que lo clásico (yo, al ser del 77 me considero un clásico) no desaparece con el tiempo sino que gana prestigio y belleza, y clase, obvio.
[ACOTO: Lo de bellexa...]
Me conformo con prestigio entonces.
Siento que aunque mis rasgos, mi piel, mi espalda y mis tetas se avejentaron, me quedó otra cosa, un tanto inasible, que representa lo que traigo desde siempre. No sé qué es. No puedo saberlo. Es más una sensación de certeza que un pensamiento.
Y por todo lo expresado anteriormente, quien suscribe afirma que, hoy, necesitaba escaparse de la realidad, supone, por un sentir abrumador relacionado con que, a veces, la ciudad se te trepa a los hombros y te picotea la cabeza.

*Julio Cortázar.

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