01-05-2011

Estoy helado.

Afuera de la cama hace un frío de mil leches. No pienso levantarme, digo, mientras escribo enredado en los tapamientos.

Capaz que la lluvia trajo el frío, o qué sé yo qué otra cosa. No importa. Hace frío y estoy tapado hasta la pera, aunque creo que me vendría bien otra frazada, a modo de capucha.

Sí, a veces exagero. Es una condición natural en mi persona.

Volviendo al tema de la escarcha, la verdad que no me gustaría ser esquimal. Ni a palos. Pregunto, ¿Esto de cagarse de frío, es condición sine qua non para ser boreal? Entonces no, querido, prefiero mil millón de veces ser sudaca. Porque al menos nosotros tenemos el chévere, la balón, y las playas con buenas tangas. Ustedes tienen ese país lleno de gordos granosos y colorinches, que se abrigan mucho y barren la nieve de la vereda. En serio se lo agradezco, posta posta, pero ya colaboré en esto de hacer mi vida miserable. Además, ponele, con tanta escarcha cómo podría disfrutar del tan mencionado primer mundo. Y, digo yo, para qué sirve el primer mundo si no puede ser disfrutado, ¿Eh?

Estoy helado, y también medio pelotudo. Mejor será armar un té y cortar con esta página idiota.

A veces, me siento un escritor dominguero rechazado por todos los editores*. Pero después me acuerdo de mis pequeñas victorias, y pienso en este diario como una simple crónica, a veces divertida, de mi vida detrás de bambalinas.

Más que crónica, será una especie de alter ego que manifiesta cosas que no me atrevo a decir, o que ni siquiera pienso.

Ahora mejor el té, el punto final y el silencio.


*Umberto Eco, a paso de cangrejo.

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