20-05-2011

Estaba pensando en el fin del mundo (viste que unos tarados, fanáticos religiosos, cuándo no, afirman que mañana se pone en off la vida), y revisando mis cuadernitos en busca de notas sobre el apocalipsis, cuando encontré unas que (Cochito y yo) hicimos para un Taller que se llamó Bosquejos y que empezó bien, pero nunca terminó de empezar.

Iba a esperar hasta mañana, pero mejor las publico hoy. No sea cosa de que el futuro llegue adelantado y se termine todo en un gran plop.


Guerra contra la humanidad
—Hay que matarlos a todos, violar a sus mujeres, torturar a sus hijos y venderlos como esclavos. Hay que incendiar sus ciudades hasta que sólo queden cenizas y su recuerdo se pierda con el viento.
—¿Tanto los odiás?
—Sólo cuando recuerdo las mordidas del látigo. El problema es que ellos nos odian siempre, esa es su ventaja.
Arthur Koestler, Espartaco.


1.Los calzoncillos de Terminator también tenían palometas
Lo supe viajando en colectivo, fue más un asalto visceral que una certeza racional: las máquinas están ganando la guerra. Sin saberlo, vamos perdiendo la posibilidad de vencerlas y ellas, trabajando en silencio, han ido socavándonos hasta convertirnos en inútiles todo servicio.
Nuestra decadencia comenzó cuando el primer troglodita ingeniero (que no era ingeniero sino carpintero pero para la época era, a efectos prácticos, un mago) inventó la rueda. Entonces los trogloditas vieron los beneficios de usar carros en vez de caminar. Desde ese punto todo se fue al carajo; dejamos de caminar, de ir al río a buscar agua, de perseguir nuestra comida, hasta de trepar. Ahora todo, lo que se dice todo, lo hacen por nosotros las máquinas, incluso nos limpian el culo.
Aclaro que un bidet, aunque no lo puedan reconocer por su camuflaje, también es una máquina.
Hoy, ya sin chances por la irrupción de las computadoras, pasamos horas encerrados haciendo que las máquinas piensen por nosotros, busquen por nosotros, escriban por nosotros o, peor, que nos relacionen con nuestros congéneres. Últimamente también dejamos que nos lobotomicen con marimachos bailando o patinando por supuestos sueños que, hasta hace poco, eran derechos primarios de personas comunes.
Al bajar del bondi miré con rencor a la expendedora de boletos, sabiendo que era otra parte de ese ejército omnipresente, y en ese instante me convencí de que devolvería golpe por golpe.


2.La tragamodenas
Con todas las connotaciones sexuales posibles, la máquina tragamonedas es, después de la computadora, el soldado más efectivo que se ha lanzado contra la raza humana. Si usted desea confirmar que el hombre está siendo esclavizado por la tecnología, vaya a un casino y descubrirá al más bajo de los seres humanos, el apostador.
El principio fundante de la tragamonedas, máquina glotona, rastrera y seductora, es la histeria del tira y afloja. A través de este macabro invento de la mujer, que en la posmodernidad se ha extendido al género masculino, la tragamonedas cumple su objetivo: insinúa, cumple, frustra y absorbe toda la atención del apostador, alejándolo de su trabajo, familia, sueños y ocupaciones, hasta convertirlo en una chimenea ambulante que sólo sirve para echar metal en una ranura.
El éxito de la tragamonedas se basa en la falsa promesa de retribución y en la reacción que esta incertidumbre genera en el apostador: ignorando que va a ocurrir, se acrecienta la ansiedad. Con cada tirada de la palanca uno se aleja de la conciencia y se convierte en esclavo, obedeciendo cada vez más a las frutitas de colores que giran y giran sin parar.
En un viaje de prueba a Trilenium pude comprobar mi teoría y constaté, con terror, que los esclavos no estaban solos, estos tugurios también son frecuentados por las seductoras de apostadores, esclavizadas de una forma más sutil.
Al salir del casino miré con rencor a las tragamonedas, convencido de que les devolvería golpe por golpe.

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