20-08-2011

El invierno de nuestro descontento.

Últimamente se me repite esa frase en la cabeza. No sé de dónde carajo sale. Bah, sí, claro, es de Guillermo, pero no entiendo por qué justo ahora...
Será el tornillo que viene sacudiendo la ciudad desde hace unos días. O una gripe pegajosa que no me sacan pastis ni tisanas ancestrales.

[ACOTO: me encanta el frío. Con la densidad de capas superpuestas de ropa. Tiene esa nostalgia de nieve en polvo, de tablas enceradas y caídas estrepitosas. A vos también te gustaba, antes de volverte viejo]

Ahora la paso bomba con una gran taza de café, navegando y escribiendo. Lo extremo de mi vida se ha replegado hasta la palabra escrita (y también leída, si querés). La memoria de esos tiempos es una fortaleza construida con ladrillos de palabras y recuerdos. Ese borde que tanto disfruté de chico se ha escondido en un rincón más controlado, repleto de momentos hermosos y también terribles.

[ACOTO: ¿se puede ser rebelde, extremista y, al mismo tiempo, conservador?]

Pienso en eso mientras miro fotos viejas. Fui y, de cierta forma todavía sigo siendo, un explorador de sensaciones, un pibito que se hizo y se deshizo en experimentos sensoriales. Me gustó esa etapa de mi vida, aunque ahora no la extraño.

[ACOTO: ¿hay una condición diferente para las fotos, digo, puede haber fotos que no sean viejas? Bah, es una pregunta metafísica sobre algo tan pelotudo. Y volviendo a lo que decías, reconociste que sos una foto, vos también]

Sí, en cierto sentido soy una imagen pero no un recuerdo. Más bien, soy una imagen que se fue moldeando a base de tantos experimentos, muy distinta de lo que creyó ser.

Y hoy me gusta ser así. Menos bordeador, menos veraniego.

Comentarios

Entradas populares