28-03-2012

Hoy caminaba con las manos en los bolsillos, saboreando el fresquete matutino con un estoicismo que no te explico.

Iba tirando cabezazos (¿?) con mi bufanda gordota y roja, esa que me tuerce el cogote de tanto que pesa.

Caminaba tranca, escuchando al Cuarteto de Nos. Esos que no son como nosotros, sino unos ellos con muy buen gusto y unas letras que ni te cuento.

En eso se me ocurrió pensar en Walking Dead. No me pregunten por qué, que eso no viene al caso y caga la anécdota. Ojo, tampoco es que vaya diciendo: oh, Walking Dead, Walking Dead, que grande que sos Walking Dead.

Es más, últimamente ninguna serie me pone en modalidad fanático.

La cosa es que se me apareció la cara de un zombie. Ponele un extra de zombie, así, con la jeta media chipodri. No sé. Simplemente lo vi ahí adelante (en mi mente quiero decir, ahí adelante en mi mente) y pensé:

-¿Habrá pintado el holocausto zombie y ni cuenta me di?

Se me vino ese pensamiento porque por la calle no pintaba ni el loro. A modo de respuesta, pasó un bondi a los pedos. Un bondi viejo, de esos que por el escape largan un humo negro que te fulmina, que me dejó tosiendo como 5 cuadras.

Ahí pensé:

-¡Barba, andate bien a la recalcada chacon de tu vieja!

No lo dije, lo pensé, eh. Conste en acta.


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