01-07-2012

Habrá días en que te arrodillarás y suplicarás a gritos a quien pueda oírte.
Joey Gobel.


Me pasó hace cuatro años. Ponele un poco más.

Mi vida se volvió una montaña rusa. Con vueltas y contramarchas.

Fue, no sé, como estar arriba de un ring de dos metros de lado, peleando contra quince campiones mundiales.

No había lugar para respirar. Yo sentía que ni guantes tenía.

En algún momento sonó la campana y arrancaron los puñetes. Los tipos parecían toros mecánicos. Me pegaron tan rápido y tan fuerte que me dormí antes de los treinta segundos de combate.

Pero no me caí.

Estábamos tan apretados que no llegué a tocar la lona. Y los hijos de puta me siguieron pegando desmayado.

No sé cuánto duró aquello. Supongo que lo que dura un asalto.

Para mí pasó una vida en aquel recibir sin pausas. Una vida que moría en cada trompada que me sacudía la lámpara. Una muerte que me llenaba de sangre la cara, con cada mala nueva.

Pero sóno la campana y me bajaron del ring. Y aunque me ganaron por KO, nunca besé la lona. Sé que es un mérito escaso el no haberme caído pero es lo que hay. Además no podía caerme, pero eso la vida no lo sabe y para qué avisparla entonces.

De camino al vestuario me acordé de Ringo Bonavena y eso que había dicho sobre boxear:

Todos dicen que te acompañan pero a la hora de la pelea, los hijos de puta te sacan hasta el banquito.


Mi caso fue distinto: si no me hubiesen alentado desde afuera, hubiese tirado la toalla antes de pelear.

La cosa era que al final no me caí, porque soy un sobreviviente*.

Ahora toca volver a pensar. Volver a escribir y a soñar.

Después se vera, como siempre.

*Old Panizza dixit.


Comentarios

Entradas populares