02-02-2013
¿Por qué sos tan negador, eh? ¿Te olvidaste de que sos uno de los nuestros?
No sé quién te convenció de que queda bueno ser un mierda. Posta, te juro que da más salame que clase alta. En serio, no es chiste. Y en tu fuero interior sabés que tengo razón. Sí, lo sabés.
Te conozco desde siempre. Sé dónde y cómo te criaste. Lo vi con mis propios ojos. En algunas estuve con vos y en otras estuve en contra. Te recuerdo con un fondo blanco de pelotas, puteando al hambre a los ojos. Rumiando por las injusticias. Deslomándote a cambio de dos mangos con treinta que no servían si para cariar una muela. Las pasaste todas y saliste pa' arriba como pedo de buzo. ¿Y entonces, qué? ¿Juntaste tres pesos y te volviste blanco?
Cruzaste la vereda, papá, y ahora negás lo que antes te mantenía en pie. Todo lo que te sostenía cuando apretaba el hambre se volvió grasita de repente. Como si la grasitud en la que nos criamos no fuese una marca imborrable. Como si no estuviésemos manchados por la tierra de tantos potreros, de la oscuridad de tantas noches de crotos sin boliche.
Había valores en esa suciedad. Y eran muy fuertes. La amistad y todo eso, ¿te acordás o no? Había que pelarse el orto, pero entre todos ardía menos. Y no miento si digo que fuiste uno de los guerreros más duros que conocí en mi vida; leal, incansable, sin dobleces, con un fin claro en la sabiola. No ibas a dejarte doblegar por la mierda que nos ahogaba a todos.
Ahora te escucho y te veo y no sé quién sos. No entiendo qué pasó con aquella hidalguía que habías mamado en nuestro querido barrio bajo.
¿Qué pasó? ¿Te cambió la guita? ¿Te cambió el confort?
No sé. Siento que te creíste que era posible hacer la gran Maiqel Yacson. Y así te convertiste en un verdadero paria; para los negros ahora sos un negro-blanco, un vendido. Pero para los blancos nunca dejarás de ser un grasita con guita.
Es una lástima.
No podés pertenecer a la sociedad que ellos quieren, mané. Tenés demasiadas marcas de nacimiento.
No te da el pinét.
No sé quién te convenció de que queda bueno ser un mierda. Posta, te juro que da más salame que clase alta. En serio, no es chiste. Y en tu fuero interior sabés que tengo razón. Sí, lo sabés.
Te conozco desde siempre. Sé dónde y cómo te criaste. Lo vi con mis propios ojos. En algunas estuve con vos y en otras estuve en contra. Te recuerdo con un fondo blanco de pelotas, puteando al hambre a los ojos. Rumiando por las injusticias. Deslomándote a cambio de dos mangos con treinta que no servían si para cariar una muela. Las pasaste todas y saliste pa' arriba como pedo de buzo. ¿Y entonces, qué? ¿Juntaste tres pesos y te volviste blanco?
Cruzaste la vereda, papá, y ahora negás lo que antes te mantenía en pie. Todo lo que te sostenía cuando apretaba el hambre se volvió grasita de repente. Como si la grasitud en la que nos criamos no fuese una marca imborrable. Como si no estuviésemos manchados por la tierra de tantos potreros, de la oscuridad de tantas noches de crotos sin boliche.
Había valores en esa suciedad. Y eran muy fuertes. La amistad y todo eso, ¿te acordás o no? Había que pelarse el orto, pero entre todos ardía menos. Y no miento si digo que fuiste uno de los guerreros más duros que conocí en mi vida; leal, incansable, sin dobleces, con un fin claro en la sabiola. No ibas a dejarte doblegar por la mierda que nos ahogaba a todos.
Ahora te escucho y te veo y no sé quién sos. No entiendo qué pasó con aquella hidalguía que habías mamado en nuestro querido barrio bajo.
¿Qué pasó? ¿Te cambió la guita? ¿Te cambió el confort?
No sé. Siento que te creíste que era posible hacer la gran Maiqel Yacson. Y así te convertiste en un verdadero paria; para los negros ahora sos un negro-blanco, un vendido. Pero para los blancos nunca dejarás de ser un grasita con guita.
Es una lástima.
No podés pertenecer a la sociedad que ellos quieren, mané. Tenés demasiadas marcas de nacimiento.
No te da el pinét.
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