26-11-2013


A veces me miro al espejo y me acuerdo de Borges y el hombre invisible; el hombre invisible se disfraza para que no vean que es invisible.

Claro, no soy invisible, pero sí siento que la mirada de los demás me atraviesa. Me escondo en la normalidad de los días, ponele un tanto carnavalesca, para escapar de quienes intentan descubrirme. ¿Por qué? Ni puta idea. Prefiero seguir ignoto, detrás de mis caretas y mis barbas sospechosas. Prefiero parecer lejano, para poder lamerme las heridas en una playa familiar, en un enero que siento tan lejano. Pero hoy, después de mucho tiempo, esa playa también sabe ajena, mientras el mundo sigue su camino sin mí.

A veces siento que no me necesitan.

Estoy cautivo de mis miedos. Ponele, deformado mi ego por las falencias de carácter que no supe corregir. Lloro, muy cómodo mientras enumero debilidades y fortalezas. Atado a fracasos buscados, quizá, para blandir la excusa del "no se pudo", "no sé qué pasó", etc.

Pero cada tanto salgo yo. Es decir, sale éste, quien suscribe. Cada tanto rompo el cascarón que oficia de cárcel y me hago visible, sin disfraces baratos ni miedos opresivos; así, con buena consistencia. Y escucho, como ahora, los ruidos de esta ciudad hostil y sucia, con olor de asfalto mal cocinado. Escucho las manos de la tormenta arañando la ventana, en forma de gotas o ráfagas de viento, mientras una voz muy sutil me llama, como si me estuviesen gritando desde lejos. Escucho la lluvia y los gritos y las teles y los bocinazos. Entonces pienso, pienso, pienso y pienso. Y también escribo, escribo, escribo y escribo. Me traigo hacia mí. Quizá me escondo. La gente lo cree asì, llanamente: que me escondo, que los rechazo. No sé.

Yo sé que cuando salgo, nadie puede resistirme, nada puede contenerme. Pero parece que mis salidas no alcanzan consistencia. No son suficiente. Me queda el consuelo de haber aguantado un temporal de casi 2 años de nada. A nadie más le importa. Lo sé. Para mí es un pequeño aliciente, una breve muestra de mi valor y de mi lealtad incuestionable.

Lo demás, sea como sea, está en manos del tiempo.


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